El correcto funcionamiento de la red exige que los
objetivos de cada una de las empresas se definan de forma complementaria, ya
que el éxito del sistema virtual solo será posible cuando se satisfagan las
necesidades del mercado y las de los propios participantes (p. ej. Fernández
Calvo, 1994; Bultje y van Wijk, 1998; Schertler, 1998; Saabeel et al., 2002;
Fernández Monroy, 2003).
Una vez ubicado el concepto de virtualidad en el
ámbito empresarial, como un tipo de red basado en la interacción entre empresas
independientes con objetivos complementarios, el siguiente paso es analizar las
dimensiones o variables que caracterizan y gradúan el nivel de virtualidad de
los sistemas productivos. Según las ideas apuntadas hasta ahora, el nivel de
virtualidad de un sistema aumenta a medida que su apariencia se aleja más de lo
que realmente es; por tanto, la virtualidad se relaciona con la dificultad para
identificar los agentes participantes en el sistema y comprender sus auténticas
aportaciones. El análisis integrado y crítico de las principales propuestas de
la literatura -figura 2-, nos ha permitido identificar las siguientes variables
como las principales dimensiones que influirán significativamente en el grado
de virtualidad de las redes, y que serán tratadas seguidamente: duración
de las relaciones, dispersión entre los agentes y papel de las TIC.
Duración de las relaciones
Uno de los aspectos recurrentes en prácticamente
todas las definiciones es la creación de los sistemas virtuales como
alternativas flexibles de organización de la actividad económica, para
satisfacer necesidades específicas de mercado en un entorno caracterizado por
elevados niveles de dinamismo e incertidumbre y una alta intensidad de
conocimiento. Este hecho es uno de los que justifica que, en la mayoría de
propuestas, se considere el carácter temporal de las relaciones entre los
agentes independientes, es decir, mientras resulten productivas y beneficiosas
(p. ej. Byrne et al., 1993; Coyle y Schnarr, 1995; Amberg y Zimmermann, 1998;
Hodge et al., 1998; Jones y Bowie, 1998; Criado Fernández, 2001; Saabeel et
al., 2002). En cambio, en aquellos trabajos donde, de manera exclusiva o
complementaria, se incluyen agentes procedentes de la misma empresa, o bien
suele reconocerse en mayor proporción el posible carácter estable o permanente
de las relaciones entre los nodos o agentes de la red (p. ej. Shao et al.,
1998; Travica, 1997; Skyrme, 1998; Wassenaar, 1999), o bien directamente
desatienden la dimensión temporal (Skyrme, 1995; Preiss et al., 1996; Jansen et
al., 1997)
En definitiva, dado que los sistemas virtuales son
creados para satisfacer una necesidad específica de mercado, entendemos que
este concepto es más puro a medida que las relaciones entre los agentes
presenten un carácter más temporal. En este sentido, la virtualidad de los
sistemas aumentará al reducirse la estabilidad de las relaciones, ya que se
dificultará la identificación y valoración de las aportaciones de los agentes
involucrados en la red.
Dispersión entre los agentes
Otra de las dimensiones que se identifica en las
propuestas de definición de los sistemas virtuales es la dispersión que
presentan sus participantes. Sin embargo, la revisión de la literatura permite
identificar que son múltiples las acepciones que puede tomar este concepto.
La que ha recibido un mayor tratamiento,
especialmente en los últimos años, es la dispersión geográfica, que
atiende a la localización física de los distintos agentes participantes de la
red (p. ej. Skyrme, 1995; Travica, 1997; Bultje y van Vijk, 1998; Wassenaar,
1999; Fernández Criado, 2001). A pesar de que la tendencia actual plantea como
condición necesaria -para la construcción de sistemas virtuales- la lejanía
física de los agentes entre sí (p. ej. Jansen et al., 1997; Travica, 1997;
Gebauer y Segev, 1998; Jägers et al., 1998; Shao et al., 1998; Fernández
Monroy, 2003), no consideramos que deba ser un requisito esencial, ya que el
concepto de sistema virtual se mantiene, independientemente de la localización
geográfica de las empresas.
En línea con la dispersión geográfica, desde
nuestro punto de vista, no creemos que se deba argumentar que una estructura
productiva sea virtual por el hecho de emplear tecnologías de la información
para interconectar agentes independientes geográficamente dispersos, si no que
son herramientas facilitadoras de la implantación de las redes (Taylor, 1993;
Goldman et al., 1995; Noller, 1997). No obstante, como consideramos que la
virtualidad es una cuestión de grado, de forma análoga al carácter temporal de
las relaciones, planteamos que, cumpliendo las condiciones de independencia
jurídica de las entidades organizativas y la complementariedad de sus
objetivos, el sistema virtual será más puro cuanto mayor sea la dispersión
geográfica de sus agentes.
El concepto de dispersión también se ha aplicado a
los fenómenos culturales y funcionales (DeSanctis y Monge,
1999). Sin embargo, creemos que el tratamiento de ambas dimensiones se
encuentra incluido en otros aspectos ya analizados. Así, las empresas
legalmente independientes implicarán, probablemente, patrones culturales
diferentes, por lo que el éxito del sistema virtual descansará en el encaje
entre las distintas culturas. En cuanto a la dispersión funcional, ésta se
refiere al grado de especialización de los agentes participantes en la red, por
lo que su análisis queda integrado dentro de la dimensión denominada
complementariedad de objetivos y especificidad de conocimientos. En cualquier
caso, mayores niveles de dispersión se corresponderán con una mayor virtualidad
de los sistemas.
Tecnologías de la
información y las comunicaciones
Sin embargo, uno de los aspectos que más
controversia ha despertado entre los investigadores de este campo se refiere al
papel que juegan las tecnologías de la información y las comunicaciones en
la definición y caracterización de este tipo de sistemas productivos (Fernández
Monroy, 2003). El trabajo de Noller (1997) nos permite identificar las
distintas funciones que pueden desempeñar los sistemas de información en las
organizaciones. Desde una perspectiva eminentemente tecnológica, las
tecnologías convierten a las empresas tradicionales en sistemas virtuales, al
eliminar la necesidad de su presencia física y las relaciones "cara a
cara". En cambio, desde una perspectiva estructural se hace hincapié en la
naturaleza de las relaciones entre los distintos agentes, y se asume que las
tecnologías de la información son herramientas que facilitan los canales de
comunicación y la transferencia de recursos y capacidades complementarios entre
los participantes (Taylor, 1993; Goldman et al., 1995; Noller, 1997).
Nuestra concepción de las TIC se aproxima más a
esta segunda perspectiva. De este modo, si bien resulta casi imposible
comprender la evolución de los sistemas productivos sin las TIC -ya que
facilitan la necesaria relación cooperativa entre los participantes y su presentación
al mercado como un único agente- éstas no son un requisito necesario para el
diseño de sistemas productivos auténticamente virtuales (Fernández Monroy,
2003), si no que deben plantearse como un elemento más a la hora de valorar el
nivel de virtualidad que presentan los sistemas productivos.
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