viernes, 8 de julio de 2016

Funcionamiento de las Organizaciones Virtuales

El correcto funcionamiento de la red exige que los objetivos de cada una de las empresas se definan de forma complementaria, ya que el éxito del sistema virtual solo será posible cuando se satisfagan las necesidades del mercado y las de los propios participantes (p. ej. Fernández Calvo, 1994; Bultje y van Wijk, 1998; Schertler, 1998; Saabeel et al., 2002; Fernández Monroy, 2003).
Una vez ubicado el concepto de virtualidad en el ámbito empresarial, como un tipo de red basado en la interacción entre empresas independientes con objetivos complementarios, el siguiente paso es analizar las dimensiones o variables que caracterizan y gradúan el nivel de virtualidad de los sistemas productivos. Según las ideas apuntadas hasta ahora, el nivel de virtualidad de un sistema aumenta a medida que su apariencia se aleja más de lo que realmente es; por tanto, la virtualidad se relaciona con la dificultad para identificar los agentes participantes en el sistema y comprender sus auténticas aportaciones. El análisis integrado y crítico de las principales propuestas de la literatura -figura 2-, nos ha permitido identificar las siguientes variables como las principales dimensiones que influirán significativamente en el grado de virtualidad de las redes, y que serán tratadas seguidamente: duración de las relaciones, dispersión entre los agentes y papel de las TIC.

Duración de las relaciones

Uno de los aspectos recurrentes en prácticamente todas las definiciones es la creación de los sistemas virtuales como alternativas flexibles de organización de la actividad económica, para satisfacer necesidades específicas de mercado en un entorno caracterizado por elevados niveles de dinamismo e incertidumbre y una alta intensidad de conocimiento. Este hecho es uno de los que justifica que, en la mayoría de propuestas, se considere el carácter temporal de las relaciones entre los agentes independientes, es decir, mientras resulten productivas y beneficiosas (p. ej. Byrne et al., 1993; Coyle y Schnarr, 1995; Amberg y Zimmermann, 1998; Hodge et al., 1998; Jones y Bowie, 1998; Criado Fernández, 2001; Saabeel et al., 2002). En cambio, en aquellos trabajos donde, de manera exclusiva o complementaria, se incluyen agentes procedentes de la misma empresa, o bien suele reconocerse en mayor proporción el posible carácter estable o permanente de las relaciones entre los nodos o agentes de la red (p. ej. Shao et al., 1998; Travica, 1997; Skyrme, 1998; Wassenaar, 1999), o bien directamente desatienden la dimensión temporal (Skyrme, 1995; Preiss et al., 1996; Jansen et al., 1997)
En definitiva, dado que los sistemas virtuales son creados para satisfacer una necesidad específica de mercado, entendemos que este concepto es más puro a medida que las relaciones entre los agentes presenten un carácter más temporal. En este sentido, la virtualidad de los sistemas aumentará al reducirse la estabilidad de las relaciones, ya que se dificultará la identificación y valoración de las aportaciones de los agentes involucrados en la red.

Dispersión entre los agentes

Otra de las dimensiones que se identifica en las propuestas de definición de los sistemas virtuales es la dispersión que presentan sus participantes. Sin embargo, la revisión de la literatura permite identificar que son múltiples las acepciones que puede tomar este concepto.
La que ha recibido un mayor tratamiento, especialmente en los últimos años, es la dispersión geográfica, que atiende a la localización física de los distintos agentes participantes de la red (p. ej. Skyrme, 1995; Travica, 1997; Bultje y van Vijk, 1998; Wassenaar, 1999; Fernández Criado, 2001). A pesar de que la tendencia actual plantea como condición necesaria -para la construcción de sistemas virtuales- la lejanía física de los agentes entre sí (p. ej. Jansen et al., 1997; Travica, 1997; Gebauer y Segev, 1998; Jägers et al., 1998; Shao et al., 1998; Fernández Monroy, 2003), no consideramos que deba ser un requisito esencial, ya que el concepto de sistema virtual se mantiene, independientemente de la localización geográfica de las empresas.

En línea con la dispersión geográfica, desde nuestro punto de vista, no creemos que se deba argumentar que una estructura productiva sea virtual por el hecho de emplear tecnologías de la información para interconectar agentes independientes geográficamente dispersos, si no que son herramientas facilitadoras de la implantación de las redes (Taylor, 1993; Goldman et al., 1995; Noller, 1997). No obstante, como consideramos que la virtualidad es una cuestión de grado, de forma análoga al carácter temporal de las relaciones, planteamos que, cumpliendo las condiciones de independencia jurídica de las entidades organizativas y la complementariedad de sus objetivos, el sistema virtual será más puro cuanto mayor sea la dispersión geográfica de sus agentes.
El concepto de dispersión también se ha aplicado a los fenómenos culturales y funcionales (DeSanctis y Monge, 1999). Sin embargo, creemos que el tratamiento de ambas dimensiones se encuentra incluido en otros aspectos ya analizados. Así, las empresas legalmente independientes implicarán, probablemente, patrones culturales diferentes, por lo que el éxito del sistema virtual descansará en el encaje entre las distintas culturas. En cuanto a la dispersión funcional, ésta se refiere al grado de especialización de los agentes participantes en la red, por lo que su análisis queda integrado dentro de la dimensión denominada complementariedad de objetivos y especificidad de conocimientos. En cualquier caso, mayores niveles de dispersión se corresponderán con una mayor virtualidad de los sistemas.

Tecnologías de la información y las comunicaciones

Sin embargo, uno de los aspectos que más controversia ha despertado entre los investigadores de este campo se refiere al papel que juegan las tecnologías de la información y las comunicaciones en la definición y caracterización de este tipo de sistemas productivos (Fernández Monroy, 2003). El trabajo de Noller (1997) nos permite identificar las distintas funciones que pueden desempeñar los sistemas de información en las organizaciones. Desde una perspectiva eminentemente tecnológica, las tecnologías convierten a las empresas tradicionales en sistemas virtuales, al eliminar la necesidad de su presencia física y las relaciones "cara a cara". En cambio, desde una perspectiva estructural se hace hincapié en la naturaleza de las relaciones entre los distintos agentes, y se asume que las tecnologías de la información son herramientas que facilitan los canales de comunicación y la transferencia de recursos y capacidades complementarios entre los participantes (Taylor, 1993; Goldman et al., 1995; Noller, 1997).

Nuestra concepción de las TIC se aproxima más a esta segunda perspectiva. De este modo, si bien resulta casi imposible comprender la evolución de los sistemas productivos sin las TIC -ya que facilitan la necesaria relación cooperativa entre los participantes y su presentación al mercado como un único agente- éstas no son un requisito necesario para el diseño de sistemas productivos auténticamente virtuales (Fernández Monroy, 2003), si no que deben plantearse como un elemento más a la hora de valorar el nivel de virtualidad que presentan los sistemas productivos.

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